lunes, 8 de septiembre de 2014

Autor: Gabriel García Marqués

LA MARIONETA

Si por un instante Dios se olvidara
de que soy una marioneta de trapo
y me regalara un trozo de vida,
posiblemente no diría todo lo que pienso,
pero en definitiva pensaría todo lo que digo. 

Daría valor a las cosas, no por lo que valen,
sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más,
entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos,
perdemos sesenta segundos de luz. 

Andaría cuando los demás se detienen,
Despertaría cuando los demás duermen.
Escucharía cuando los demás hablan,
y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate. 

Si Dios me obsequiara un trozo de vida,
Vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, 
dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma. 
Dios mío, si yo tuviera un corazón,
escribiría mi odio sobre hielo,
y esperaría a que saliera el sol. 

Pintaría con un sueño de Van Gogh
sobre las estrellas un poema de Benedetti,
y una canción de Serrat sería la serenata
que les ofrecería a la luna. 

Regaría con lágrimas las rosas, 
para sentir el dolor de sus espinas,
y el encarnado beso de sus pétalo...
Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida... 

No dejaría pasar un solo día 
sin decirle a la gente que quiero, que la quiero.
Convencería a cada mujer u hombre de que son mis favoritos 
y viviría enamorado del amor. 

A los hombres les probaría cuán equivocados están,
al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen,
sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas,
pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. 

A los viejos les enseñaría que la muerte
no llega con la vejez sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres
He aprendido que todo el mundo quiere vivir
en la cima de la montaña,
Sin saber que la verdadera felicidad está
en la forma de subir la escarpada. 

He aprendido que cuando un recién nacido
aprieta con su pequeño puño,
por vez primera, el dedo de su padre,
lo tiene atrapado por siempre. 

He aprendido que un hombre
sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo,
cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes,
pero realmente de mucho no habrán de servir,
porque cuando me guarden dentro de esa maleta,
infelizmente me estaré muriendo.

Aporte: Lucia Boim 

Fragmento extraido del libro: Persepolis. Autora: Marjane Satrapi

-Te queremos tanto que queremos que te marches. Preferimos que estés feliz lejos de nosotros a que seas desgraciada aqui.- entonces, me entraron dudas. ¿Porqué me hablaban así si iban a venir conmigo?

-Te queremos mucho. Nunca te olvides de quién eres.

- No...nunca lo olvidaré.

Me repetí cientos de veces lo que me habían dicho. Estaba práctixamente segura de que no iban a venir. Estube toda la noche despierta. Me preguntaba si la luna brillaría igual allí. Al día siguiente rellené un bote con la tierra de nuestro jardín. Mi tierra. Quedé con mis amigas para despedirme..
Nunca pensé que me querían tanto.
 En la vigilia de mi partida, mi abuela vino a dormir a casa.

-Escucha, no me gusta sermonear, pero te voy a dar un consejo que te servirá para siempre. En la vida encontrarás a muchos imbeclies. Si te hieren, piensa que es su estupidez la que les lleva a hacerte daño

- Podía oler el perfume de mi abuela. Olía bien. Nunca olvidaré aquel perfume.

Aporte: Lucia Boim

Fragmento extraido del libro: Duma Key. Autor: Stephen King

Cómo dibujar un cuadro
Comienza con una superficie en blanco. No ha de ser un papel o un lienzo, aunque tengo la sensación de que debería ser blanco. Lo llamamos blanco porque necesitamos una palabra, pero su nombre verdadero es nada. Negro es la ausencia de luz, pero blanco es la ausencia de memoria, el color del no poder recordar. 
¿Cómo nos acordamos de cómo recordar? Esa es una cuestión que a menudo me he planteado, a menudo en las horas previas al amanecer. A veces e aquellas cortas horas pienso en el horizonte. Tienes que establecer el horizonte. Tienes que trazar una marca en el blanco. Un acto bastante simple, podrías decir, pero cualquier acto que rehace el mundo es heroico. O así lo había llegado a creer. 
Imagina a una niñita, apenas mayor que un bebé.  Se cayó de un carruaje casi noventa años atrás, se golpeó la cabeza contra una roca y no olvidó todo. No sólo su nombre; ¡todo! Y entonces un día recobró justo lo suficiente para agarrar un lápiz y trazar aquella primera marca vacilante a través del blanco. Una línea del horizonte, seguro. Pero también una grieta por la que verter la negrura.
Aún más, imagina aquella pequeña mano levantando el lápiz...dudando...y luego trazando una marca en el blanco. Imagina el coraje de aquel primer esfuerzo para restablecer el mundo mediante la acción de pintarlo. Siempre amaré a esa niñita, a pesar de todo lo que ella me ha costado. Debo amarla. No tengo elección.
Los dibujos son mágicos, como bien sabes.

Aporte de: Lucia Boim